Por la Dra. Rosario Sierra de Grado. Profesora de Genética forestal. Coordinadora del Máster en Ingeniería de Montes. ETS Ingenierías Agrarias. Campus de Palencia, UVa. Investigadora del Instituto Universitario de Gestión Forestal sostenible.

La gran afluencia de gentes muy diversas, procedentes de todos los rincones del globo fue lo primero que llamó mi atención, muy positivamente, ya desde los andenes de la línea de metro que lleva la Feria de Madrid, sede de la COP25.

La “Zona verde”, donde se desarrollan las actividades y encuentros de la sociedad civil, es un auténtico hervidero de propuestas diferentes, desde comunicaciones científicas a exposiciones de trajes hechos con materiales reciclables, desde realidad virtual como medio de sensibilización ambiental a talleres propuestos por comunidades indígenas, desde proyectos de ciudades españolas con claros compromisos ambientales a grandes empresas señalando nuevos ámbitos de desarrollo.

Toda esta diversidad y participación es un motivo de optimismo, por la toma de conciencia y movilización que evidencian. Espero que los responsables de llegar a acuerdos y decidir políticas públicas se hagan eco de este manifiesto interés de la sociedad, a pesar de que los espacios físicos de la COP25 donde se desarrollan las actividades de ambos mundos aparentemente son poco permeables.

Asistí en particular a una interesante mesa redonda sobre “Los bosques y el cambio climático” organizada por investigadores del Centro de Investigaciones Forestales (CIFOR-INIA), en la que se debatieron temas relevantes como el papel de las plantaciones forestales en la lucha frente al cambio climático, las tendencias globales de los incendios forestales y las biorrefinerías y la economía circular. Quedó de manifiesto con rotunda claridad que las profesiones forestales tienen un crucial papel que jugar ahora y en el futuro, y se vaticinó que “el siglo XXI va a ser el siglo de la madera”.

También se vislumbraban en la COP25 diferentes ópticas y diferentes intereses en los participantes. Siendo esto legítimo, la preocupación por la emergencia climática y la crisis ambiental que sufrimos debe embarcarnos a todos en la misma nave y remando en la misma dirección. Hace falta que todos estemos a bordo porque nos jugamos mucho. Es una cuestión tan grave y de tan profundo calado, que no podemos dejar que se torne en patrimonio de ningún colectivo ni en un mero debate partidista. Debemos esforzarnos en elevar al máximo el nivel intelectual y ético del debate sobre las medidas que debemos tomar. Cada vez más la sociedad se hace consciente de que no va ser un camino fácil, que va a implicar renuncias, pero simultáneamente también se abren nuevas oportunidades, como las que brinda la bioeconomía, basada en la utilización y conservación de los recursos biológicos, con todos los conocimientos e innovaciones asociadas, y dirigida hacia un modelo de producción diferente y realmente sostenible.